lunes, mayo 30, 2011

Cultivando el futuro.

Esta mañana iba leyendo un libro camino al trabajo. De pronto veo como una señora sentaba a un niño de edad escolar y le daba de comer. Sentí ternura. Me pareció que podía ser su nieto, ya que la persona contaba algunos años.

Casualmente estoy leyendo un libro donde dice que parte de la clave del desarrollo de la humanidad ha tenido que ver con la capacidad de adaptación del hombre a los nuevos tiempos, pero no del hombre en sí mismo como ser individual, sino más bien de la especie humana (no había tenido esa perspectiva de un modo tan claro, a veces lo obvio para mí no lo es tanto, o bien no había captado la esencia de tal acto). El libro decía que un recolector y cazador de los albores de la civilización frente a un agricultor y su reciente tecnología sentía la necesidad de avanzar, evolucionar, pero que, bien por el tiempo de vida transcurrido o bien por la incomprensión de los nuevos métodos y técnicas ya no podía o quería avanzar. Este desarrollo constituía una amenaza a su modo de vida, y evidentemente tal avance era claro que iba a darle forma al curso de la historia. Al recolector no le quedaba otra que seguir recolectando y cazando, pero confiando en que sus próximas generaciones las iba a educar en técnicas de agricultura, pues eran el futuro. Él iba a ser su soporte.

Algo así me pareció ver con la escena que les comenté de esta mañana. La señora adulta representa el modo tradicional de hacer las cosas, y el niño el modo que viene. Todo este cuento para comentar lo que realmente vi, y es que, tal como el cazador/recolector esta señora está haciendo lo propio para que este niño sea formado en lo que viene, a pesar de que ella se está quedando atrás. Esto lo defino como Sacrificio.

La señora pudiera comenzar de nuevo, re-aprender las nuevas técnicas, los oficios, comenzar a moverse en el nuevo mundo que viene; se supone que una de las definiciones de la inteligencia es “la capacidad adaptativa al medio que tenemos”. ¿Por qué esta señora no comienza de nuevo?, ¿por qué el recolector no se puso al corriente con las técnicas de agricultura? ¿por qué pensar en seguir viviendo de manera tan mísera cuando lo nuevo es barato, más fácil y mejor?; El caso es que el género humano en muchos casos que conozco ha preferido dejar de lado sus ilusiones y proyectos para que otros logren los suyos propios. Parece que, a pesar de todas nuestras miserias espirituales tenemos inconsciente la necesidad de avanzar y de proteger nuestra propia especie, sea quien sea. Hasta hoy no entendía cómo funcionaba la cosa.

Hay otra cosa, el sacrificio deja de serlo si quien lo hace no profesa amor en sus acciones. La intención de éste es hacer que los que nos suceden vivan mejor que nosotros, y esto es un acto de caridad enorme; implica desprendimiento de lo propio, implica fe en quien se ayuda o se cría, se cultiva, muchas veces implica cambiar unos sueños propios por otros ajenos, y esto no es fácil, al menos no para mí. Implica que al final te das cuenta que eres actor de una historia donde dejaste de tener el papel principal, donde muchas veces el nuevo protagonista no se da cuenta de lo importante que fue –y es- tu papel para que él siguiera teniendo vida, y donde muchas veces los finales son trágicos (conocí un caso aberrado donde la única hija adoptada de una persona terminó asesinándola).

Ojalá la empanada y el jugo que le dieron de comer a ese niño sirvieran de alimento espiritual, de combustible para que ese chamo eche a volar sus sueños y no se quede enredado en algún cable de alta tensión, o en las hojas de un árbol, o como dicen alguien estimable, “en la cuneta de su propia historia”.

martes, mayo 24, 2011

Separados hasta que la muerte nos una...

No. No es una sentencia...

Una separación siempre duele, especialmente porque a muchos no nos gusta la idea de estar solos y entonces, nos quedamos casi aferrados a personas, lugares, cosas. Buscamos cientos de explicaciones para justificar lo que nos pasa, las razones, las personas, las circunstancias, y al final solo estamos dándole largas a las cosas que naturalmente suceden... o deben suceder.

Hoy estoy viviendo eso. Hoy estoy entrando en contacto con mis sentimientos reales frente a toda esta institución de lugares, cosas, momentos, personas que casi (así los consideré) fueron mi familia, circunstancias que por ahora espero (por mi propio bien) sean parte de mi pasado.

No recordaba lo duro y liberador que podía ser...
Recuerdo cuando dejé mi primer empleo. Mi contrato había terminado luego de casi cuatro años. Recuerdo cuando bajaba despidiéndome por las escaleras... ya eran casi las 5 de la tarde, y el sol estaba cayendo, permeando los vidrios del edificio, en las escaleras que ya mencioné. Pensaba en qué venía ahora, qué iba a hacer... Gracias a Dios para ese momento no tenía la obligación de mantenerme económicamente aún, de modo que mis atenciones estaban dirigidas a este momento particular. Hubo un llanto algo ahogado, no quería que me vieran llorando por algo que no necesariamente implicaba lloriqueo. Aclaré mi garganta, entregué mis credenciales y salí por la puerta, como cualquier otro día de los pasados, y no volví más.

Ciertamente una separación es un hecho importante, más cuando has tenido tiempo suficiente para "vivir" dentro de la estructura. Normalmente duele, pero también me ha pasado que al momento de decir adios he sentido una tranquilidad enorme, como si después de tanto rebullicio llegara a experimentar calma con la decisión tomada; es como si el cuerpo supiera antes que la mente o el corazón que lo que haces o donde estás te hace daño, te duele, te invalida como persona, y cuando el cuerpo se sabe liberado de esa situación descansa. Es un alivio. De verdad.

Creo en tres cosas: la separación implica el final de algo, es la suma de muchos momentos, de una historia completa, es el culmen de un proceso: los hijos salen del hogar, la gente muere o se va, las cosas se acaban, se consumen..., lo segundo es que la gente se separa cuando ya no tiene un hogar común con lo que ha venido haciendo o hace. Con una vida tan corta no es justo aferrarse a cosas que nos hacen daño, aún habiéndonos hecho bien al principio, además, cuando te aferras a lo pasado no se da paso a lo presente, sea bueno o malo; lo otro es que la separación también es el comienzo de algo nuevo. No necesariamente bueno, tampoco necesariamente malo, solo nuevo. Esta nueva situación te permite adherirte a algo distinto, diferente, o bien, disfrutar de tu nueva situación, en libertad.

Por ahora quiero dormir y no pensar en aquello que, casi en forma masoquista, me hace añorar lo que he dejado.