martes, mayo 24, 2011

Separados hasta que la muerte nos una...

No. No es una sentencia...

Una separación siempre duele, especialmente porque a muchos no nos gusta la idea de estar solos y entonces, nos quedamos casi aferrados a personas, lugares, cosas. Buscamos cientos de explicaciones para justificar lo que nos pasa, las razones, las personas, las circunstancias, y al final solo estamos dándole largas a las cosas que naturalmente suceden... o deben suceder.

Hoy estoy viviendo eso. Hoy estoy entrando en contacto con mis sentimientos reales frente a toda esta institución de lugares, cosas, momentos, personas que casi (así los consideré) fueron mi familia, circunstancias que por ahora espero (por mi propio bien) sean parte de mi pasado.

No recordaba lo duro y liberador que podía ser...
Recuerdo cuando dejé mi primer empleo. Mi contrato había terminado luego de casi cuatro años. Recuerdo cuando bajaba despidiéndome por las escaleras... ya eran casi las 5 de la tarde, y el sol estaba cayendo, permeando los vidrios del edificio, en las escaleras que ya mencioné. Pensaba en qué venía ahora, qué iba a hacer... Gracias a Dios para ese momento no tenía la obligación de mantenerme económicamente aún, de modo que mis atenciones estaban dirigidas a este momento particular. Hubo un llanto algo ahogado, no quería que me vieran llorando por algo que no necesariamente implicaba lloriqueo. Aclaré mi garganta, entregué mis credenciales y salí por la puerta, como cualquier otro día de los pasados, y no volví más.

Ciertamente una separación es un hecho importante, más cuando has tenido tiempo suficiente para "vivir" dentro de la estructura. Normalmente duele, pero también me ha pasado que al momento de decir adios he sentido una tranquilidad enorme, como si después de tanto rebullicio llegara a experimentar calma con la decisión tomada; es como si el cuerpo supiera antes que la mente o el corazón que lo que haces o donde estás te hace daño, te duele, te invalida como persona, y cuando el cuerpo se sabe liberado de esa situación descansa. Es un alivio. De verdad.

Creo en tres cosas: la separación implica el final de algo, es la suma de muchos momentos, de una historia completa, es el culmen de un proceso: los hijos salen del hogar, la gente muere o se va, las cosas se acaban, se consumen..., lo segundo es que la gente se separa cuando ya no tiene un hogar común con lo que ha venido haciendo o hace. Con una vida tan corta no es justo aferrarse a cosas que nos hacen daño, aún habiéndonos hecho bien al principio, además, cuando te aferras a lo pasado no se da paso a lo presente, sea bueno o malo; lo otro es que la separación también es el comienzo de algo nuevo. No necesariamente bueno, tampoco necesariamente malo, solo nuevo. Esta nueva situación te permite adherirte a algo distinto, diferente, o bien, disfrutar de tu nueva situación, en libertad.

Por ahora quiero dormir y no pensar en aquello que, casi en forma masoquista, me hace añorar lo que he dejado.

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