viernes, marzo 18, 2011

De Hace Años A Los Próximos 10 Años.

Saludos estimad@s,
Aquí les dejo el ensayo con el cual fui premiado como Primer Lugar de la Región Capital, en Venezuela, en el Concurso de Ensayos "Pensando en Venezuela", del Centro de Políticas Públicas Ifedec. Éste fue escrito en noviembre de 2010, en el medio de importantes reflexiones personales como joven y como ciudadano...

En el link, la nota de prensa, por si las dudas...
http://www.eluniversal.com/2011/03/13/imp_pensando-en-venezuela-premio-su-primer-concurso.shtml
____




            Pensar en qué puede suceder en los próximos 10 años en Venezuela constituye un verdadero desafío. Un hermoso país con nombre de mujer está siendo sujeto de grandes cambios, está dejando de ser joven, está superando complejos propios de su adolescencia. Esa joven nación creció, conoció el amor y sus promesas, también el desamor, producto de tantas mentiras y actos desleales.

            Venezuela sin duda alguna es una tierra de oportunidades, y mejor, es una tierra con gente deseosa de hacer futuro. No es difícil encontrar en cada esquina de Caracas –mi ciudad- a innumerables grupos de venezolanos “de a pie” discutiendo, según su óptica, cómo resolver los problemas del país. Esto es un signo importante, pues afirma que al venezolano no le es ajeno lo que está sucediendo, “le duele” su país. No obstante, son estas mismas personas quienes unos pasos más adelante echan desperdicios en la calle, sobornan al fiscal de tránsito, se apropian de artículos de sus puestos de trabajo, y así, cualesquiera otras actividades originadas de la casi nociva “viveza criolla”, de modo que también encontramos una afanosa contradicción entre su ser y hacer. Esto es curioso.

            ¿A qué se debe que los ciudadanos de un país que sueñan con un mejor futuro sean quienes no contribuyen en la realidad con ello? Hay una hipótesis: luego de leer el libro de Manuel Barroso (1997), Autoestima del Venezolano hace unos 10 años, concluí que éstos en general tienen una pobre valoración de sí mismos como ciudadanos. Si esto sigue así, ya tenemos una respuesta inicial. Si Venezuela es un país de ciudadanos con baja autoestima, difícilmente emprenderemos acciones que nos permitan lograr un mejor futuro  puesto que no creemos que pueda lograrse aquello que soñamos, que proyectamos para un futuro a mediano o largo plazo. Es simple.

            Al inicio, hago mención de venezolanos “de a pie”, que solucionan el país en reuniones sociales de viernes en la tarde, pues son éstos quienes realmente tienen en sus manos ese futuro; además del ejercicio del voto -ejemplo por antonomasia de una democracia sana-, son el motor que dinamiza la economía local, amén de ser los “pilares” de sus respectivas familias. Aquí tenemos otra idea importante: ¿son realmente “pilares” de sus grupos familiares estos venezolanos “de a pie”?, ¿son edificadores del desarrollo pleno de sus hijos y de sí mismos en la procura de una vida social sana?, ¿hay conciencia de liderazgo en estos grupos?, ¿se potencia el mismo? Son preguntas que deben tener respuesta, y pronto.

            En algunas oportunidades he escuchado que somos “ciudadanos sin memoria histórica”. Si es así es muy grave, pues esto y nuestra inmanente juventud, nos hizo –y hará- cometer los mismos errores una y otra vez. Estos errores fueron frustrando las aspiraciones de miles de venezolanos que a lo largo de los años crecieron al margen de la satisfacción de sus necesidades más elementales, y peor aún, siendo sujetos de la indiferencia de sus conciudadanos más cercanos, de la falta de solidaridad. El asunto superó las barreras de lo económico y lo social y se convirtió en una cuestión esencialmente moral. El proceso vivido durante muchos años de nuestra historia republicana excluyó al grueso de la población a niveles de subsistencia mínimos, y quizás, ello arrebató la dignidad de muchos de éstos. Se puede decir que ahí comenzó el problema. Pareciera que todo lo vivido le grabó en el inconsciente a la gente la idea de que sencillamente “no se puede”, “no hay”, y con todo esto, a la ciudadanía se le olvidó que tiene algo muy valioso entre sus manos: “Autodeterminación”. Esto, sumado a los procesos políticos vividos en estos años ha generado una población que de ser “pueblo” se convirtió en “masa”, maleable a los intereses de los gobiernos de turno, sin criterio propio ni consciencia, sin esperanzas.

            En principio, es importante que, nuestro pensamiento sea orientado a que mis acciones particulares afectan a un colectivo: si boto la basura en la calle otras personas van a encontrar un lugar sucio, descuidado, por ejemplo. No podemos vivir pretendiendo que el otro no importa, no merece respeto. Es importante crear y reforzar constantemente una corriente de pensamiento que nos exhorte a valorar el respeto por los otros, y esto debe ser un eje transversal a todas nuestras instancias como sociedad: el hogar, el lugar de trabajo, los centros de estudio, las plazas, centros comerciales, etc., ya que cuando hacemos algo por el otro, este otro termina haciendo algo por nosotros. La solidaridad y -sobre todo el respeto- debe ser una premisa en nuestra acción diaria.

            Algo importante también es ayudar a rescatar la figura de la familia como esa primera referencia de comunidad. La situación que atraviesa el país es muy dura, estamos golpeados en lo moral, lo social, lo económico, y ello ineludiblemente incide en nuestros ánimos y actitud. Cuando llego a casa lo hago pensando en comida caliente, un abrazo, un “¿cómo estuvo el día?”, un baño relajante y un sueño reparador… Mucha gente se encuentra con lo contrario, con que al llegar de la calle tiene que preparar la comida del otro día, el abrazo más cálido lo recibe del televisor, encuentra un lío por el desorden de la casa o porque hay problemas e incluso hasta violencia, en el baño no hay agua y el sueño reparador lo es a medias porque solamente quedan escasas 4 ó 5 horas para comenzar de nuevo.

            Con todo lo anterior, no quedan tiempo o ganas de compartir la vida de los otros. Si nos diéramos la oportunidad de tomar un momento y mirarnos a la cara, conversar, compartir con un café las experiencias del día, cenar en la mesa…, comenzaríamos a reactivar esa interacción capaz de construir una relación sana en el entorno familiar. Ello necesariamente tendrá una proyección favorable en el individuo hacia sus entornos inmediatos.

            Al inicio, hice mención de la “viveza criolla”, entendida por mi persona como aquella sagacidad autóctona que nos permite tomar ventaja del otro, inclusive, sin considerarlo. El venezolano es alguien leal y trabajador, es responsable y quiere que su entorno se desarrolle en justicia, pero si no encuentra estas condiciones él “no se va a quedar atrás” y va a pedir que “lo pongan donde haya”. Esta práctica es propia de instituciones públicas y privadas, y ya se ve como algo normal, y esto es grave. Aquí el Estado debe intervenir fomentando una cultura de servicio “a prueba de bala”, aplicando la Ley de manera efectiva a quienes la infrinjan para que ello sirva de castigo ejemplar, de modo que el que cumple la sanción no lo vuelva a repetir, y quien ve esto lo piense detenidamente antes de hacerlo.

            Algo que es tarea pendiente es reforzar la educación como vía única para el cultivo de una sociedad sana. No podemos seguir admitiendo niveles de deserción escolar alarmantes, ni tampoco un sistema educativo vetusto, poco atrayente, incapaz de potenciar los talentos de la juventud actual. También debemos solventar un sinfín de problemas de orden económico y administrativo que inciden nuevamente en la motivación y preparación tanto del personal docente como del estudiantil. La escuela debe ser efectivamente una referencia de vida en la gente en conjunto con una experiencia familiar idónea, ya que son estos ambientes en donde se cultivan sus potenciales, emergen liderazgos, son espacios privilegiados para la transmisión de valores y la educación para la vida en sociedad.

            Finalmente, para que la célula de la sociedad esté sana y un sistema educacional sea ideal es necesaria la activa participación del Estado y del sector privado de la economía local. El Estado, porque en su rol ideal como regulador de la economía y como satisfactor de necesidades está en capacidad de establecer las directrices necesarias para fomentar desarrollo económico a corto, mediano y largo plazo, y esto se logra de la mejor manera cuando se incorporan los recursos financieros, la disciplina, la experiencia, y la tecnología del sector privado. Debe ser un Estado realmente plural, democrático, que promueva y garantice plenos derechos y garantías constitucionales para cimentar un suelo jurídico capaz de autorregularse, de impartir justicia, y de hacer cumplir las leyes, apto para generar confianza y atraer inversión del capital, del empresariado. Éste último debe asumir una verdadera responsabilidad con el entorno, debe ser co-partícipe en la construcción de una nación, debe ser honesto, honorable, pulcro en la ejecución de sus oficios, debe ser empresa.

La situación ahora es distinta, siento que la gente despertó del letargo y se encamina a algo bueno: pese al desencanto de esos amores juveniles esa joven llamada Venezuela está dispuesta a amar de nuevo. La paz es la nueva consigna. Cuando reflexiono sobre lo que sueño para mi país en los próximos 10 años me lleno de emoción porque implica poner de mí, dar, sembrar, esperar, y quizás no cosechar en tiempo presente, implica pensar en clave de conjunto, de futuro. Esto no es más que un rescate urgente de nuestros valores ciudadanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario