martes, febrero 28, 2012

Esperanza.

(Esto fue una inspiración a partir de Navidad, pero bien sirve para la cuaresma, o para pensar un rato)….

------

En el mundo la gente se desvive a diario en luchas eternas por lograr las cosas. Levantarse temprano –no es mi especialidad-, trabajar, atender la casa, los niños, la pareja, sumiéndose en la rutina diaria, cotidiana. Son cada vez menos los espacios disponibles para hacer realidad nuestras propias aspiraciones porque nuestras múltiples ocupaciones ya nos priorizan otras tantas.

He escuchado varios cuentos de artistas que quieren brillar en Hollywood y comienzan como meseros en restaurantes cercanos para ver si, al fin, la oportunidad llega.

Podría decir que “esperanza” es aquel sentimiento motivador, generador, inagotable, capaz de mantenernos a flote aún en las situaciones más difíciles o adversas. La esperanza es la añoranza de lo posible, y lo imposible, a veces. Es esa capacidad de esperar unida a ese deseo de lo intangible y no existente en el momento presente.

Recuerdo una película donde una madre pierde a su hijo y a las semanas aparece un niño que dice ser el suyo. Al final el chamo no era el de ella (se lo había dado la policía por mera política del momento) y comienza a buscarlo por doquier. La mujer pasó el resto de su vida buscándolo. La mujer murió y el chico no apareció. Aún se recuerda a la mujer –quien existió en la vida real- y se sabe que el chico no ha aparecido aún. Quizás ya por la edad esté muerto también.

Con esto me pregunto, ¿realmente la esperanza es importante (o necesaria) en nuestras vidas?

La esperanza para mi es una actitud humana, como lo es el optimismo. A veces sirve y a veces no. Me he preguntado si pudiéramos seguir viviendo sin esperanza. A veces la mayoría de la gente deja en manos de la esperanza la solución de muchos de sus problemas: la posibilidad de acceder a bienes materiales, la cura de una enfermedad terminal, el fin, comienzo o reconciliación en una relación, el resultado de la crianza de los hijos, etc., cuando lo que en realidad se debe hacer es afrontar la realidad tal cual es y trabajar en función de ella para mejorarla.

Pudiera asumir que la esperanza es necesaria para vislumbrar el punto de llegada de mi proyecto personal, pero no es determinante en un orden de cosas. No la considero esencialmente ineludible para lograr lo propuesto. Puedo conseguir algo sin tener esperanza. Puedo tener esperanza y no conseguir nada. La esperanza requiere de acción. La esperanza debe ir unida irremediablemente a la realidad, sino carecería de cualquier fundamento que le diera sustento.

Creo en la realidad, por más variopinta que sea. Una vez leí una frase que afirmaba de un carácter de cine: “es realista al extremo de no ser humano”. Eso es lo que somos.

Esperanza también puede ser o representarse como ánimo: tengo una frase que leí en un artículo de prensa sobre un seropositivo, dice “No hay que ponerse negativo (…) aquí te dan cariño y esperanzas”. Lo quiera o no va a morir, y muy probablemente primero que cualquiera de nosotros, de hecho, es posible que ya lo esté porque dicha frase es de 2008. Entonces, ¿qué rol cumple o para qué sirve la esperanza en esos casos donde de todas maneras vas a morir? ¿Se convierte realmente en un alivio para quien suponemos la necesita?, en este mismo orden de ideas en una parranda navideña que en alguna oportunidad llevábamos a un hospital me acerqué a un enfermo de sida en fase terminal, le ofrecí un crucifijo y le dije que “Dios estaba con él” (la verdad fueron palabras muy falsas las que salieron de mi boca, no porque quizás esto no fuera cierto, sino porque, dada la intensidad de la situación fue lo que se me ocurrió decir… un cliché más). Quedé absorto con su respuesta: “Dios ya no está conmigo”…

La esperanza radica en la idea de una prueba o karma por superar, la ilusión de que siempre es lo bueno lo que nos va a suceder y no hay espacio para la fatalidad. Esto es un error. No pretendo ser pesimista, mas sí quisiera empeñarme en no desligarme de la realidad. Lo malo o lo contrario existe, y debe ser tomado en cuenta dentro de nuestros planes si queremos lograrlos y tener éxito.

Tenemos la idea que lo bueno siempre se impone a lo malo, que nuestra virtud humana se antepone a nuestros instintos o bajas pasiones, pero realmente he podido entender que la esperanza, el verdadero milagro se produce cuando cualquiera de nosotros da un paso al frente y hace algo. Se puede ilustrar con el dicho “mejor encender una luz que maldecir la oscuridad”. La verdadera esperanza surge de nuestras propias acciones, mucho más allá de la noción de un redentor que nos librará de las culpas y nos llevará a las tierras celestiales. La esperanza surge del trabajo honesto, del esfuerzo, del sacrificio, de la lucha por ser mejores cada día en lo que somos y hacemos, no por una fuerza sobrenatural que los libra de vicios y temores así y ya. Si así fuera, Dios no habría dejado en manos del hombre su propio destino. La esperanza, al igual que el cielo, se consigue construyendo la escalera, no esperando subir en las nubes. Sólo puede tener esperanza quien ha hecho todo cuanto estaba a su alcance para lograr algo y no le queda sino esperar a que, por sí mismo, se dé.

La esperanza es visible en el “levante” de una torta en el horno, luego de usados los mejores ingredientes, y cumplidos eficientemente todos los procedimientos. Es precisamente aquello que no controlamos, pero que sí condicionamos para que ocurra.

Dios puede creer y tener esperanza en mí, pero si no hago nada permanezco en el mismo lugar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario