miércoles, diciembre 08, 2010

!Silencio Soledad!

Hay ocasiones en que me pregunto por qué tengo casi 250 teléfonos en mi celular, si apenas uno o dos me son necesarios... Igual, en el caso contrario, donde tengo igual cantidad de números y nadie me llama. Es risible.

Llega un momento donde pienso que todas aquellas personas a quienes quise -y se los demostré de alguna manera- no merecían tal afecto. No es justo dar y recibir tan poco... Da tristeza.

Pudiera afirmar que es debido a que el día a día nos obnubila la mente y nos hace presas del olvido; también puedo decir que se debe al poco contacto entre aquellos que se quisieron y ya no lo hacen tan frecuentemente, pero, finalmente existe otra razón que en este momento considero la más poderosa: ¡a la gente le importas un carajo!

Esta es una conclusión que me destruye... Se dice que uno juzga a la gente por como uno es, pero en este caso, yo siento que lejos de no importarme la gente me importa más de lo que quisiera...

Ahorita vivo una situación en mi grupo de trabajo bien particular: en octubre tuve una especie de... Digamos... Colapso... Que me motivó de un día para otro en la oficina pedir unos días de vacaciones, yo diría más bien, de reposo... Nadie se enteró de esto sino hasta cuando yo no estuve. Cuando regreso de estos días encuentro un nuevo ambiente en la oficina, era una nueva atmósfera que, por mis acuciosos sentidos percibía iba a ser tóxica para mí... Paso y con un entrecortado "buenos días" trato de romper la neblina existente... Pero nada..., jejeje, de pronto me sentí en un pueblo fantasma donde te miran con reojo. En este caso, también fue con indiferencia... Pues bien, como nadie hablaba, yo tampoco. Mi única falta fue irme sin avisar. No creo que imponer así fuera tácitamente una ley de silencio fuera la alternativa ideal. Esperaba otra cosa.

Desde ese hecho ya han pasado casi dos meses en los cuales hablo estrictamente de trabajo, no más comentarios de cine o política, no más chachareos de media tarde, ni más rumores laborales. Cero.

Me hubiese gustado encontrar un grupo de compañeros de trabajo interesados al menos en saber por qué me fui así, si tenía un problema o algo, pero no... Hubo una persona que sí lo hizo, y se lo agradezco enormemente, otra que lo medio hizo a raiz de un impasse que tuvimos, y otra que curiosamente se me acercó a preguntarme si iba a participar en un desayuno navideño y al decirle que no, me preguntó si me pasaba algo. Más allá de lo casual nada...

Aún sigo esperando, ya no en sentido literal, ahora es mas bien idílico. No entiendo cómo después de haber sido cordial y haber cumplido las normas de etiqueta y cortesía y toda esa paja loca el resultado de mis acciones haya sido tan nefasto.

Ello me lleva a pensar dos cosas: una, que el equivocado soy yo, y que la forma en que me di, participé, ayudé, estuve, etc. no fue la más acertada, lo cual dudo un poco no, pero..., dos, que estoy al frente de un grupo de verdaderos caraduras que hay que rendirles pleitesías, avisarles de las urgencias que uno tiene en la vida así no les interesen en lo más mínimo. Prefiero hacer silencio y quedarme solo, con los únicos dos números de teléfono que me son útiles en el celular.

Me siento hasta estúpido después de tanta niñería de bachillerato, pero en este momento me hago consciente de qué cosas necesito en mi vida, y gente como esa de verdad que no. Me da tristeza porque pensaba que las cosas podían ser diferentes, pero no. Las cosas son como son, y ya.

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